La diferencia fundamental entre un absorbente y un difusor se refiere a la gestión de la energía del sonido. La absorción reduce la energía, mientras que la difusión la redistribuye sobre la base de un modelo matemático. En algunos casos, como en los estudios de alta fidelidad o de grabación, el objetivo es conservar la energía del sonido. Esta energía es la que permite sentir mejor el impacto, el «peso» del sonido y así beneficiarse de un efecto más vivo. Las ondas sonoras a menudo se comparan con las bolas de billar que rebotan contra las paredes de una habitación. Mientras que un absorbente tratará de atenuar este rebote, el difusor dispersará hábilmente estas ondas en todas las direcciones. Concretamente, mientras que un tratamiento basado en productos absorbentes tiene por objeto reducir los reflejos acústicos, el difusor dispersará los reflejos acústicos que se distribuirán de manera más homogénea. El sonido se vuelve así más preciso y más agradable, sin pérdida de energía. Cabe señalar que existen difusores unidireccionales (cuadráticos) y bidireccionales (policilíndricos). Por lo tanto, los difusores complementarán los paneles acústicos de absorción. Complementarán los efectos de los paneles absorbentes o de la trampa de bajos. Su objetivo es, de hecho, dispersar las ondas que no han sido absorbidas por los dos sistemas de corrección acústica anteriores. En otras palabras, después de haber corregido los principales defectos de la sala en términos de reverberación, los difusores tratarán de restaurar el sonido de forma natural. De esta manera, se busca escuchar el sonido de manera energética, sin que la absorción lo ahogue. Su principal función no es absorber energía, sino redistribuirla inteligentemente para hacer una sala de escucha más viva, más dinámica y más musical. Cabe señalar que, aunque la principal finalidad de los difusores es redistribuir la energía, hay modelos híbridos que también tienen un efecto de absorción.